El siglo XXI decanta la evolución social, mundial y jurídica que nos atraviesa y que rompe con ciertas culturas impuestas vinculadas a la presión social, tradición familiar o dependencia económica. Una de ellas es el matrimonio.
En Argentina un gran paso hacia la igualdad se dio en el año 2010 cuando se promulgó la Ley 26.618 conocida como Ley del Matrimonio Igualitario, ubicando al país como el primero en Latinoamérica en permitir la unión civil entre dos personas del mismo género. Desde ese entonces, a las estadísticas de matrimonios heterosexuales se sumaron los nuevos matrimonios entre personas del mismo sexo.
Según la Dirección General de Estadísticas y Censos (DGEyC) que recolecta, produce y difunde estadísticas oficiales de la Ciudad de Buenos Aires, hubo una caída en la cantidad de matrimonios entre el 2015 y 2017 pasando de 11.715 a 10.511, un leve aumento entre 2018 y 2019 repuntando de 10.893 a 11.220 y una marcada baja en 2020 con 3.877 nupcias vinculada a la pandemia por Covid-19 la cual provocó una disminución de actividades de toda índole. Por el contrario, los datos arrojan que aumentaron los divorcios entre 2015 y 2017 de 5.643 a 8.217 y disminuyeron entre 2018 y 2020, de 7.119 a 3243.
Un dato que arrojan las estadísticas y llama la atención es que en los últimos dos años 2019-2020 más de 2000 parejas heterosexuales registradas en CABA decidieron ponerle fin a su unión -4.568 en 2019 y 2.543 en 2020-, y a pesar de que la cantidad de uniones homosexuales sean menos, en comparación con esta cifra, es muy baja la cantidad de matrimonios del mismo sexo que se divorciaron. Las separaciones varón-varón pasaron de 45 en 2019 a 25 en 2020 y las de mujer-mujer de 35 a 20.
En los tiempos que corren, si bien quedan latentes, aunque en menor medida, las exigencias sociales y de la iglesia católica por el matrimonio, la situación está cambiando y esto es posible gracias a la evolución de la sociedad, la Justicia, la lucha por la igualdad de oportunidades, la visibilización de la mujer y el cambio de estereotipos establecidos. Hoy en día a pesar de seguir luchando por diferencias de género, hay muchas más oportunidades individuales y dirigidas a mujeres, lo que les permite tener una autonomía plena económica y laboral y no necesariamente depender de un marido.
La psicóloga Camila Álvarez sostiene que “a medida que pasa el tiempo, tal vez peleas o discusiones que antes no se hacían presentes o no tenían tanta importancia llevan a que se vaya quebrando la ilusión que llevó al enamoramiento. Esto se relaciona a que antes se toleraban más algunas situaciones, se toleraban los modos de ser del otro dentro de una pareja o matrimonio y hoy la mínima diferencia ya lleva a una queja, que si se extiende en el tiempo lo lleva a un círculo vicioso”.
En la antigüedad, los casamientos tenían un valor generalmente económico y eran arreglados entre familias. Y hasta hace algunas décadas, la desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, el patriarcado y la sumisión de la mujer permitían u obligaban a que la única salida para una buena vida sea contraer matrimonio para que el hombre sea el sostén de la familia y la mujer cumpla el rol de ama de casa, se ocupe de la crianza de los hijos y, sean cuales fueren las dificultades que presentara el matrimonio, no se podía disolver porque ni socialmente ni ante la iglesia católica estaba bien visto ser una persona divorciada.
Alicia Nieva, quien tras 19 años de matrimonio y tres hijas decidió de forma unilateral comenzar con los trámites de divorcio sostiene: “Creo que no me separe antes por paradigmas y crianzas. También porque intenté hasta donde pude sostener algo, pensando que era lo mejor” y continuó “No había otra. Se agotaron todos los medios, era algo que no llevaba a nada”.
Caminos separados
Según los datos presentados por el Gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires, entre 2015 y 2020 son las personas con más de 10 años de casados las que lideran el podio de divorcios, las cuales se están comenzando a deconstruir, reconocer que el matrimonio no funciona y, sumado a otros motivos, deciden separarse y continuar sus vidas de manera individual. Dato que llama la atención y que según la psicóloga Laura Sánchez está relacionado a una cuestión social “Ya no está tan mal visto estar divorciado. Ya no se aguantan las cosas de antes”.
Desde su propia vivencia, Alicia reflexiona “Creo que ahora se divorcian más porque la mujer sabe que no tiene que aguantar, se anima y también vela por la salud mental de sus hijos”.
Las edades promedio de hombres y mujeres que de 2015 a 2020 deciden darle fin al matrimonio oscilan entre los 40 y 54 años, con una marcada suba en los años 2017-2018 y un leve descenso en 2019-2020, teniendo en cuenta que durante la pandemia, los datos oficiales sufren demoras en la carga. El abogado Alejandro Breit, desde su experiencia afirma que “es una franja de edad en la que se dan la mayor parte de los divorcios”.
Según indican los datos del Gobierno porteño, las mujeres de 40 a 44 años se divorcian entre los 10 y 19 años de casadas, mientras que un llamativo número de mujeres entre los 45 y 54 años, se separan tras 20 años o más de antigüedad matrimonial.
En el caso de los hombres, coincide el rango etario de 40 a 44 con 10 a 19 años de matrimonio que se divorcian y 50 y 54 años que deciden disolver el vinculo con más de 20 años de relación, dejando a aquellos que tienen entre 45 y 49 años en una balanza similar respecto a la antigüedad de la unión.
Por su parte, la psicóloga Camila Álvarez reflexiona: “Pienso también en esos matrimonios que llevan muchos años juntos ¿cómo pensarían en la separación?¿cómo la afrontarían? Salir de lo conocido hacia lo desconocido luego de tantos años juntos. Y lo nuevo justamente por desconocido a veces da miedo”. A pesar de esto, las personas están tomando cartas en el asunto y afrontando los miedos que puede causar una separación luego de tantos años.
“Hoy las parejas difícilmente llegan a las bodas de plata u oro. Los tiempos cambiaron, las prioridades, el camino para crecer y superarse, las horas de trabajo en una pareja cambiaron las costumbres de lo que se denomina una familia convencional. El empoderamiento femenino dió un vuelco” sostiene por su parte la abogada Adriana Lenzi.
Antes de que se sancionara la ley de divorcio vincular (Ley Nº 23515) aprobada en 1987, que permite contraer nuevas nupcias a las personas divorciadas, en la legislación argentina el divorcio consistía en la separación que no disolvía el vínculo matrimonial pero dispensaba de convivir en el mismo domicilio, previo proceso judicial (divorcio por presentación o petición conjunta), y no habilitaba a contraer nuevas nupcias (art. 67 bis de la Ley Nº 2393).
“Muchas cosas se simplificaron, por ejemplo, los cambios legales, a partir de agosto del 2015 entra en vigencia el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (CCyCN) con una figura que acorta los tiempos procesales, mal llamado divorcio express, divorcio unilateral sin plazos que esperar. Esto no quiere decir que una relación no puede durar, pero si no va bien, divorciarse es una opción que simplificó lo que antes era una espera de tres años”, analiza Lenzi respecto a los divorcios.
Con los artículos 437 y 438 del nuevo Código Civil, cualquiera de las dos personas puede presentarse de manera unilateral ante la Justicia y disolver el vínculo conyugal, es decir, solicitar el divorcio, sin notificar o necesitar aprobación de la otra parte. Aunque por su parte, el Dr. Breit reflexiona que “para mí el trámite “express” no ha incidido sustancialmente en la decisión de divorciarse”.
“Yo me estoy divorciando de manera unilateral. Es en el Polo Judicial y ya llevo dos años y medio. Falta firmar sentencia. De su parte no hubo interés, fue algo hecho por mí”, explica Alicia quien al mismo tiempo reflexiona que la burocracia y la pandemia retrasaron el trámite.
Volver a empezar
A pesar de esta situación, un porcentaje de personas divorciadas -revela el Gobierno de la Ciudad- tomaron la decisión de volver a contraer matrimonio. Algunos – y en menor medida-, con la misma persona, como es el famoso caso de Patricia Sosa y Oscar Mediavilla, y en otros casos, que son la mayoría, con otra pareja.
Este llamativo incremento de divorcios no es un dato que sorprende solo en Argentina. En una nota con la CNN, el psicólogo estadounidense John Duffy luego de la separación de Bill Gates y su esposa Melina dijo: “He notado una diferencia perceptible en las parejas mayores en matrimonios de larga data. Hace años, la gran mayoría de mis clientes que no eran felices en su relación eligieron permanecer casados por conveniencia o rutina, o incluso por un sentido de familiaridad. En los últimos años, muchos han optado deliberadamente por separarse”. Y es que según reflexiona Alicia “Las personas no cambian, pueden modificar conductas pero la esencia perdura”
«El matrimonio es la principal causa de divorcio», la frase célebre del escritor y humorista Groucho Marx que refiere a la cantidad de matrimonios que llegan al altar y luego se disuelven y ,aunque claro está, los factores que desencadenan un divorcio son muchos, es una realidad que se ve reflejada en las estadísticas brindadas por el gobierno porteño. ¿Ya no se podrá utilizar más la frase “hasta que la muerte nos separe”?