Según los datos relevados en el Banco de Datos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (obtenibles en el sitio https://www.estadisticaciudad.gob.ar/), entre el segundo semestre del 2015, un 10,3% de los hogares de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encontraba por debajo de la línea de pobreza. En el mismo semestre de 2018, el número se elevaría a un 15%.
En estos años, han incrementado entre un 1% y un 3% interanual tanto en los sectores en situación de indigencia, como los que se encuentran en situación de pobreza no indigente. También fueron afectados los pobres no vulnerables y el sector medio frágil. El sector de hogares no pobres vulnerables en 2015 era del 8.8% y en 2018 del 10.1%. Aumentó el sector medio frágil y disminuyó la clase media.
Incluso los del sector medio y los sectores acomodados han sufrido una baja en su situación económica en estos años ya que los hogares que integran estas categorías se reducen entre un 3% y un 5%.
Se puede deducir de todo esto que la movilidad social fue descendente, y que el grado de vulnerabilidad socioeconómica es cada vez más alto y preocupante
A continuación veremos un gráfico con los porcentajes de las clases sociales en Capital Federal:
Uno de los programas sociales que implementó el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es el programa “Ciudadanía Porteña”. El objetivo de esta política es poder reducir significativamente la pobreza y la desnutrición dentro de los hogares. A su vez, promover el cuidado materno infantil.
Walter Suárez es uno de los trabajadores sociales que llevan adelante el programa, el cual consiste en la otorgación de una tarjeta precargada emitida por el Banco Ciudad, donde los destinatarios obtienen un subsidio mensual que puede ser utilizado únicamente en la Red de Comercios adheridos al programa exclusivamente para la adquisición de alimentos y productos de primera necesidad.
En relación a esta problemática, Walter Suárez explica que, a partir del último relevamiento que se realizó en marzo de este año, se determinó que hay más personas que no califican al programa debido a que no tienen registrados sus ingresos. Del mismo modo, se incrementó la cantidad de familias con ingresos que no superan la línea de pobreza.
En el proceso de calificación, se divide a las familias -en base al rango económico de los ingresos en los hogares, cuestiones habitacionales y etarias- en “no pobre”, “pobre” e “indigente”. Quienes están bajo indigencia cobran $1500, quienes están bajo situación de pobreza cobran $1200 y quienes califican como no-pobres cobran solo $1000. Hoy, la canasta básica familiar es de $24.000 a $26.000 para una familia tipo solo en Capital Federal.
Suárez reconoce que el cambio de paradigma se puede identificar también en la redacción del programa y sus formas de denominar a las personas que reciben subsidios estatales. “Llamarlos beneficiarios es una característica propia de los modelos neoliberales porque relacionan a las familias o a una persona que recibe un subsidio estatal como si fuera un beneficio. Para nosotros, los trabajadores sociales, consideramos que deben ser reconocidos como “destinatarios”, ya que son sujetos de derechos y el Estado tiene que velar por ellos con políticas públicas”.
También gracias a datos del GCBA podemos observar en los estudios realizados sobre el nivel de ocupación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que las comunas 2, 4, 8, 9 y 15 son las que mantienen el nivel más elevado de desempleo/inactividad entre 2014 y 2018. En este sentido, podemos ver que en la comuna 2, por ejemplo, varía de un 32 a un 34% entre estos años, mientras en la 4, 9 y 15 se mantienen estables y sólo en la 8 se ve reducida.
Podemos asegurar que, si bien el nivel de desempleo se mantuvo relativamente estable en todas las comunas, en vista de los datos analizados anteriormente, los ingresos de quienes hoy se encuentran empleadxs son cada vez menos suficientes para cubrir las necesidades básicas de la población. Es decir, la flexibilización laboral, la falta de paritarias acordes a la inflación, y la falta de políticas públicas de regulación del empleo llevan a que las personas recientemente empleadas se encuentren en situación de vulnerabilidad socioeconómica.
Sobre esto, la Trabajadora Social Verónica Chiaffari López, empleada municipal de Avellaneda, nos comenta lo siguiente: “El aumento del empleo no puede traducirse como reducción de la pobreza porque para ‘salir de la pobreza’ se necesitan políticas públicas integrales y romper con la idea del liberalismo del esfuerzo individual”.
Por otro lado, Verónica Chiaffari López nos recuerda que «Normalmente las mujeres son las que acceden con más frecuencia a los empleos informales”. En este sentido, podemos encontrarnos en el estudio realizado sobre los ingresos de jefes y jefas de hogar que la distinción entre un género y el otro, manteniéndose esta brecha a lo largo de los años relevados (2015-2017), son notables. Por un lado, en el primer año, el 38,3% de los hombres era parte del primer quintil y la mujer participaba en este en un 42,1%. Además, el 21.7% de los hombres contaba con mayores ingresos, formando parte del quinto quintil, mientras esto mismo lo hacía tan solo el 18% de las mujeres. Esta misma tendencia se repite – con diferencias despreciables – en 2016 y 2017.
En relación a estos datos, Walter Suárez explica que el programa Ciudadanía Porteña “establece por ley que las mujeres sean las titulares de los hogares porque son las jefas del hogar encargadas de la economía dentro de su vivienda. Puede ser muy restrictivo porque parte de los trabajadores del programa puede realizar visitas espontáneas a los hogares para corroborar que los datos brindados en un primer encuentro con los destinatarios, sigan detallando ingresos bajos. Por ejemplo, en el caso de que un vecino declare que un auto estacionado en la vereda pertenece a una mujer que obtuvo este derecho, automáticamente pasa a estar fuera del programa. De la misma manera, si la persona destinataria no se encuentra en su hogar en el momento en el cual los trabajadores iban a reconfirmar los ingresos, y esta situación se repetía una segunda vez, la destinataria era denegada del programa y no puede volver a retomarlo. Esto es nuevo. Hace menos de dos años había menos restricciones y más posibilidades de volver a acceder”.
Es decir, se puede razonar utilizando estos estudios que hay una brecha de ingresos evidente entre uno y otro género, abogando a lo que la sociología feminista actual llamaría la feminización de la pobreza y la disparidad de género en el ámbito económico.
Asimismo, podemos ver claramente que la diferencia que hay entre la cantidad de gente que es parte del primer quintil, que siempre ronda el 40%, y el mero 20% promedio del quinto quintil, abona la teoría de la disparidad en la distribución de la riqueza en CABA.