11 de febrero de 2025

Crece la explotación laboral, la trata de la que no se habla

Explotación laboral, la trata de la que no se habla

Cosecheros, trabajadores golondrina, cuidadores de ganado, costureras o empleadas domésticas, son diversas las formas que puede tener la trata de personas con fines de explotación laboral. Se trata de hombres, mujeres o niños obligados a realizar tareas mediante engaños, muchas veces, encerrados. “Esta problemática es una realidad latente en Argentina”, aseveró Marcela Cano, abogada de la organización “Madres Víctimas de Trata”.

Nos cargaron a todos. Éramos 12, más o menos, en un camión entre cajones vacíos y nos fuimos escondidos”. relató Jorge, un padre cabeza de familia de 45 años que fue víctima de trata, trasladado desde su Corrientes natal hasta Entre Ríos y explotado en las cosechas de naranja hace casi ocho años. La trata con fines de explotación sexual suele ser la más mediatizada, en parte, por la proliferación de organizaciones que luchan para su erradicación. Pero,  ¿qué hay de los casos de explotación laboral y reducción a la servidumbre?

En 2024, hasta el 30 de abril, hubo 28 denuncias de trata con fines laborales de adultos y niños, de acuerdo a datos del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata, que recopila denuncias de la línea 145. Según el programa, la problemática crece año a año en la Argentina desde el 2020. La trata con fines de explotación laboral es la más extendida, con 2226 llamados sobre esta temática entre 2020 y abril del 2024.

 

Las cifras de denuncias sobre trata en todas sus modalidades se acrecentaron desde 2021 al 2023 en un 74%. En cuanto a 2024, durante los primeros cuatro meses se registraron 282 denuncias. «El tráfico de personas es ‘viable’ en la Argentina porque tenemos pasos fronterizos que no están custodiados, entonces permite el ingreso y egreso de personas sin la documentación adecuada, y mucho peor, de menores”, explicó Cano.

La Ley 26.842 define a la trata de personas como “el ofrecimiento, la captación, el traslado, la recepción o acogida de personas con fines de explotación”, y establece diferentes finalidades de la misma: para explotación sexual, laboral, extracción de órganos, traslado de drogas, entre otros. Cano manifestó que “la Argentina tiene una estructura normativa de excelencia en lo que refiere a la trata de personas pero lamentablemente no se aplica. Nunca hay presupuestos, posibilidades ni recursos humanos”.

 

El norte, zona caliente

El norte del país es la zona con más concentración de denuncias. Las provincias de Misiones y Santiago del Estero, con 16 y 14 denuncias cada 100.000 habitantes, tienen mayor tasa de casos, de acuerdo a los datos que provee la línea 145. Cano dilucidó que el fenómeno se relaciona con la cercanía de países limítrofes: “Es una realidad de larga data. La Justicia sabe muy bien esta liberalidad, que hay en pasos fronterizos caóticos o muy calientes de Argentina”.

 

Es importante resaltar que la mayor cantidad de denuncias en el periodo de 2020 a abril del 2024 se dieron en la provincia de Buenos Aires, con un total del 37% de los casos, seguida de la Ciudad de Buenos Aires, con el casi el 9% del total. Aún así hay que considerar que son las provincias más pobladas de Argentina.

Es también por esta razón que muchas de las víctimas son migrantes, según Cano. Entre 2020 y abril de 2024, se recibieron 120 denuncias de extranjeros sobre trata con fines laborales. “Hemos recibido muchas víctimas extranjeras que se acercaron a la organización a pedir ayuda, algunas personas oriundas del noroeste argentino pero muchas provienen de Paraguay, Perú y algunas pocas de Brasil”.

Cano manifestó que la vulnerabilidad es un factor común entre las víctimas y los momentos de crisis económica, los más propicios para la captación. Tal es el caso de Jorge, que aseguró que la escasez laboral fue la razón por la que decidió migrar. “En Saladas (su ciudad de origen) no hay trabajo, es muy pobre todo. Conseguir trabajo es re difícil”, aseguró.

“Éramos 18 viviendo en la covacha»

Jorge es un ejemplo del fenómeno de explotación laboral: “Me trajo un tipo que yo conocía, él se había ido de Salada hacía rato ya y cuando iba en las fiestas parecía que había sacado el Quini 6. Le llevaba regalos a todos los sobrinos, plata, asado. Yo creí que iba a conseguir lo mismo y me fui. Cuando llegamos, nos pidieron los documentos y nos dejaron ahí en la covacha. Al otro día empezamos a trabajar y todo iba bien. Nadie pensaba que nos iban a tener ahí encerrados”, comentó.

Jorge permaneció cerca de un año en situación de explotación. “Yo sabía que venía a trabajar en el campo y que no me iban a poner en blanco enseguida. Eso cuando estás en Corrientes no te importa, porque querés trabajar, hacerte unos mangos y después traer a tu señora y tus hijos. Este hombre me ofreció traer a mi familia conmigo. Menos mal que le dije que ‘por ahora no‘”, narró.

Además, describió que las condiciones en las que vivían eran inhumanas: “Éramos 18 viviendo en la covacha, dormíamos en cucheta y no teníamos frazada. Cuando hacía frío hacíamos fuego en el piso para calentarnos y tomábamos mate hasta que nos dormíamos así. Al otro día íbamos a trabajar con la helada. Pero lo más jodido era el verano. Porque era todo de chapa, no sabes lo que quemaba dormir ahí”.

Redes sociales, una nueva modalidad de captación

Son muchas las modalidades de captación de víctimas que las redes perpetran. El mito de la “trafic blanca” que secuestra mujeres y niños es el que se encuentra en el imaginario colectivo. Si bien Cano sostuvo que existió, hoy son otras las maneras en que las redes operan. Una de ellas es la del “falso novio”: un integrante de la red enamora a la víctima y la convence de trasladarse junto a él. “Esto sigue pero en menor escala”, aseguró la abogada.

El engaño a partir de una oportunidad laboral, como le pasó a Jorge, es otra de ellas. Según Cano, a través de «una promesa de ganar dinero fácil y rápido, los captan”.

«Es muy común que les prometan llevarlos a Miami, a Chile. A veces lo logran porque les pagan el pasaje y se van muy jóvenes. Muchas veces los padres quieren denunciar pero es muy complicado porque hasta ese punto no se cometió ningún delito. ¿Y cómo frenás a un mayor de edad que quiere ir a probar suerte a otro país?

Sin embargo, Cano advirtió que “el crimen organizado va mucho más rápido que cualquier evolución que tenga la justicia. Hoy los métodos de captación se aggiornaron muchísimo y después de la pandemia esto sufrió un cambio atroz”.

Señaló que las redes sociales se volvieron la primera herramienta para los captores. “Tiene mucho que ver el factor económico y el factor de la edad. Ahora les es más fácil llegar a menores”.

Esta práctica es más habitual en los casos de explotación sexual. “Por medio de Instagram o Facebook son captadas ofreciéndoles ganar cifras siderales en moneda extranjera. En algunos casos son sometidas vía virtual: les dicen ‘no te va a tocar nadie, solo queremos tus imágenes’. Creen que están protegidas, y la red empieza una telaraña. Si les mandaron alguna foto de sus partes íntimas y ya no quieren continuar con esa situación, empiezan a ser coaccionadas con esa información”, describió Cano.

La mayoría son hombres

Entre enero de 2020 y abril de 2024, se radicaron 1102 denuncias por víctimas directas de trata para explotación laboral en las que se especifica género. A diferencia de lo que sucede con el tráfico con fines de explotación sexual, en la trata laboral la mayoría de las víctimas son hombres, es decir, el 69% de los casos.

Esta práctica está muy extendida el interior del país. Sobre todo en las provincias agrícolas del norte, donde los estancieros retienen los documentos de los peones y los obligan a trabajar en el campo, como le sucedió a Jorge.

A diario en diferentes medios de comunicación surgen noticias de casos similares al de Jorge. El 6 de junio pasado, la AFIP realizó un relevamiento en un campo ubicado en la localidad de Juan Pujo, provincia de Corrientes. Allí encontraron a 17 trabajadores de una quinta cítrica en situación de extrema vulnerabilidad.

Dormían en un colectivo abandonado y no tenían baño, ni cocina. Para higienizarse utilizaban un cubículo hecho con bolsas. Se alimentaban de la pata de una res colgada a la intemperie, que cocían con fuego hecho con leña en parrillas pequeñas, según denunciaron.

La prevención como principal solución

El miedo a los contactos que poseen los captores es el principal temor de quienes están en situación de captura. Las amenazas suelen ir de la mano de mostrar contactos con gente poderosa. Jorge recordó que, por suerte, uno de sus compañeros, a partir de la necesidad de comunicarse con su madre, hizo oídos sordos a las intimidaciones y todos pudieron ser liberados.

Jorge relató: «Uno se pudo escapar un domingo que el capataz no estaba y se fue caminando al pueblo. Nosotros teníamos miedo porque el dueño era un tipo que conocía a todo el mundo, políticos, policías, jueces. No sabíamos qué hacer; él quería saber cómo estaba su mamá porque cuando se había ido estaba enferma y hacía un año no le hablaba”.

Cuando llegó al pueblo, no se con quien habló, parece que tuvo suerte, lo ayudó Dios. Volvió llenó de patrulleros y con un fiscal. Ahí nos pidieron documento y ninguno tenía. Entonces les contamos que estábamos trabajando para el patrón del campo. Que esperen que venga y él les daba todo. Hasta ahí ninguno sabía que estaba preso, por así decirlo”, contó la víctima.

Cano enfatizó que faltan métodos de prevención para frenar esta problemática. Para ella, la educación y el compromiso del Estado son fundamentales. “No hay políticas públicas de prevención adecuadas. No alcanza con ‘llamá al 145 o al 144’, estamos hablando de que faltan políticas verdaderas”, afirmó.

Un final feliz para Jorge

La abogada sostuvo que otra carencia importante del Estado es la falta de mecanismos para proteger a las víctimas: “Una vez que logran denunciar, logran atravesar un montón de barreras, confrontar a la familia, que quizás no saben de esta situación, se encuentran con que no hay nada del otro lado. Entonces la única opción que tienen es volver y desistir de la denuncia”.

Jorge corrió una suerte diferente. Tiene una casa gracias al juicio laboral y por reducción a la servidumbre que le ganó a su captor. Pudo reencontrarse con su mujer y sus hijos. Ahora es monotributista y sigue trabajando en el campo. “Un patrón que conocí hace años me asesoró bien y con eso trabajo bien todo el año. Nunca me quedo sin trabajo”.

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