Olivia Sohr se desempeña desde 2010 como coordinadora de proyectos de Chequeado, el medio digital que se dedica a “la verificación del discurso público, la lucha contra la desinformación, la promoción del acceso a la información y la apertura de datos”. Estudió sociología en Francia, en la Université de Paris VIII Saint-Denis e hizo una maestría en la École de Hautes Études en Sciences Sociales. Actualmente, también hace columnas en radio y televisión y asegura que ya ve todo “en verdadero y falso”.
En esta entrevista, Olivia nos cuenta cómo se trabaja el periodismo de datos en Chequeado: qué herramientas usan, cómo se financian, cómo está formado el equipo y cuáles son las dificultades que se les presentan.
“Cuando empezamos con chequeado no conocíamos el periodismo de datos, era algo incipiente”, cuenta Olivia, del otro lado de la línea telefónica. Al mismo tiempo, explica que cuando pensaron en refutar el discurso público, sabían que para eso debían ser lo más transparente posibles: “si nosotros íbamos a salir a decir que lo que otra persona dice es falso, teníamos que ser muy transparentes sobre cuáles eran nuestras fuentes y nuestros argumentos para decir eso. Para que no pareciera otra opinión más desmintiendo a otros, sino fuera algo factual”, agrega. Para eso, comenzaron a poner los links correspondientes a la información que usaban, aclaraban quién les había aportado los datos y cómo los habían utilizado.
Sohr, destaca que una de las diferencias con el periodismo tradicional es que esta modalidad “muestra un poco la cocina” y permite que “cualquier persona pueda revisar el proceso que se hizo y debería llegar a la misma conclusión”. Al mismo tiempo, advierte sobre el sesgo de algunos datos que se obtienen y la complejidad de su análisis. Algunos pueden mostrar información sobre algún aspecto, pero pueden dejar por fuera otros muy importantes.
En ese sentido, destaca que en Chequeado “cualquiera puede revisar los pasos que nosotros seguimos, para llegar a la conclusión que llegamos. Y evaluarnos y criticarnos con toda razón si es que ve que alguno de esos pasos no lo cumplimos o si ve que, por ejemplo, presentamos los datos del 2010 y el 2020, y no tomamos en cuenta algo muy relevante y lo estamos dejando fuera del análisis”. Pero, además, explica la importancia de que otras personas (y periodistas) puedan utilizar esos datos, de otra forma: “nosotros publicamos informaciones a nivel nacional, pero también dejamos ahí las de las provincias, para que puedan también aprovechar esos datos y ese trabajo de sistematización y de publicación”.
Al momento de hacer una nota, Olivia Sohr, revela que hay dos caminos posibles: trabajar sobre una idea ya preestablecida e investigar qué datos hay disponibles u observar qué bases de datos se publicaron y, mediante un análisis riguroso, encontrar una historia que valga la pena.
En Argentina, si bien desde antes existían municipios y provincias que abrían sus datos, desde 2016, contamos con la Ley de Acceso a la Información Pública. Al respecto, Olivia sostiene que esta medida fue importante para el trabajo que hacen. “Antes de eso ya había un decreto que permitía exigir la información al Estado y específicamente al Poder Ejecutivo, pero era un proceso bastante más engorroso. La ley tiene también una parte que es de transferencia activa, obliga a los organismos a publicar una serie de información sobre las contrataciones que hace, los organigramas que tiene y publicar el listado de datos abiertos que ellos nos dan. A partir de eso, podemos encontrar un montón de información que quizá los ministerios en alguna parte tenían, pero que era mucho más difícil de identificar o que directamente no estaban publicando antes”, manifiesta la socióloga.
Respecto a otros países, Sohr hace la comparación con Argentina y explica que fuimos uno de los últimos países en tener dicha ley. Si bien es una herramienta muy importante que da un marco legal para exigir información, dice que tampoco es suficiente y que funciona de distintas formas en el resto del mundo. Cambia “el nivel de respuesta y de llegada”. Reclama que en acá, como en otros países, algunas veces el Gobierno contesta pero “no es el nivel de respuesta, al detalle, que uno quisiera, ni en el formato que uno quisiera, o exactamente la información que uno está pidiendo”. Añade que la respuesta puede no ser satisfactoria, por “buenas razones”, porque no tienen lo que se pide, en el formato que se solicita y “tampoco está obligado a producirla para uno”. Otras veces, declara, responden “con lo que tienen más a mano” o con cosas que informalmente responden al pedido, pero “de fondo no te dan la información que precisás”.
En 2018, Chequeado hizo “un pequeño experimento”, cuenta Olivia, donde se realizó un mismo pedido de información pública a 13 países. “Pedimos por un lado si nos entregaban el recibo de sueldo del presidente, y por otro, que nos entregaran el número de homicidios y femicidios que había habido en el país y ahí pudimos ver un poco las diferencias sobre quién contestaba y cómo. Ahí vimos cuáles eran las diferencias entre países, el nivel de información que daban, los plazos y demás”. Este proyecto estuvo a cargo de LatamChequea, una red de chequeadores latinoamericanos, que coordina nuestra entrevistada.
Existen algunas dificultades a la hora de hacer periodismo de datos. Sohr cuenta que muchas veces surgen temáticas que les gustaría trabajar, pero que no pueden porque “ni el Estado ni organismos alternativos están produciendo información sistemática sobre eso”. “Creo que la principal dificultad es conseguir datos que sean buenos y consistentes”, asegura. Respecto a esto, recuerda un ejemplo donde la información fue confusa: “hace cinco años o un poco más, no había datos oficiales de femicidios y solamente teníamos ONGs que hacían relevamientos a partir de la información de los medios, como lo hacía La Casa del Encuentro. Después la Corte Suprema empezó a hacer un análisis y una publicación anual, con datos en base a la justicia. Después el Ministerio de Seguridad empezó a seguir también las cifras y ahí teníamos un caso en que los datos de ambos no coincidían. Entonces no es un problema de falta de datos, sino de consistencia de los datos. Se entiende la diferencia metodológica y se entiende por qué puede ocurrir, pero el resultado es que tenés dos fuentes oficiales dándote números distintos sobre ese fenómeno”.
En la misma línea, sostiene que es importante poder leer la información, entre líneas. Por ejemplo, muchas veces el contenido no está discriminado por géneros y hay que estar atentxs a esa invisibilización, que puede esconder una noticia.
Por otro lado, manifiesta que no es un problema, sino que “es un desafío que los datos sean atractivos y poder contar buenas historias. Porque no deja de ser periodismo y hay que contar historias que sean interesantes y atrapantes para los lectores”. Advierte que no hay que fascinarse con los datos cuando éstos no están contando nada nuevo, ni dando un enfoque distinto.
Si se habla de lograr que los datos sean comprensibles y atrapen a lxs lectores, hay que hablar de las herramientas que se usan en el Periodismo de Datos. Olivia Sohr explica: “tenés que acompañarlos si es que vale la pena con testimonios, historias bien escritas, especialistas o con lo que corresponda según el caso, presentarlo de manera atractiva”. También sugiere que pueden aplicarse visualizaciones, pero para eso es necesario transformar las bases de datos complejas, en informaciones simples. Esto permite interactuar con los datos, revisarlos según el interés de cada unx y hasta llegar a conclusiones más específicas. “Vale la pena si la visualización realmente ayuda a la comprensión, si simplificás demasiado datos que son complicados y terminás mandando un mensaje que quede tan simple, no es adecuado y no es riguroso. Los datos deben ser suficientemente ricos para hacerlos en una visualización interesante y que la visualización no traicione el sentido de los datos”, agrega.
Respecto de Chequeado, Olivia es parte del equipo desde sus inicios. “Crecimos mucho en los últimos dos años”, comenta. Entre sus compañeres, se encuentra un grupo dedicado al sector financiero y al desarrollo institucional de la organización. También hay un área dedicada a la educación, porque dan talleres y cursos “para que los ciudadanos estén más atentos”. Además hay un sector de innovación, para automatizar y tratar de hacer más rápidos y más eficientes los procesos. Por último, el área periodística, “con ocho o nueve personas en la redacción”, quienes estudiaron economía, comunicación y otras disciplinas.
Específicamente el grupo dedicado al financiamiento se encarga de “buscar fondos internacionales, conseguir fondos de empresas y de individuos”. Olivia Sohr destaca la importancia de que las fuentes sean diversificadas, porque eso les asegura la independencia editorial. Cuentan con lxs “chequeadistas”, que les dan 200 o 300 pesos al mes. También hay gente que aporta una suma de dinero más grande, una vez al año, y empresas que asisten a sus eventos y colaboran, comprando una mesa o un logo. Además tienen “cooperación internacional que son distintos organismos que pueden ser desde embajadas, que nos financian un proyecto específico, hasta organismos como la UNESCO, o algunas organizaciones filantrópicas internacionales”. Al mismo tiempo, los contenidos que les otorgan a otros medios también les generan ingresos. Lo mismo ocurre con los cursos y talleres que dictan.
En el último tiempo, y en contexto de pandemia, Olivia trabaja desde Chequeado en el fact checking, “que incluye de un lado hacer chequeo de los referentes de la opinión pública pero también mucho de lo que circula en redes sociales”. En ese sentido, destaca que “las desinformaciones en este contexto, que tienen que ver con la salud de la gente, es más urgente que nunca chequearlas rápido y desmentirlas rápido, para que no puedan llegar a dañar a las personas que las cree”.